Artículos

07.12.19

Uruguay multicolor o similar a la región

Luego de 15 años de administración de izquierda, la ciudadanía votó por un cambio hacia una forma inédita de gobierno: una coalición de cinco partidos que componen un arco desde el centro izquierda hasta la derecha, que en el Poder Legislativo obtuvo el 27 de octubre una mayoría de casi el 55%, frente a un 40% del Frente Amplio. Y en la segunda vuelta del 24 de noviembre, eligió como Presidente, apenas por 37.042 votos más (1,55%) a Luis Lacalle Pou por encima del ex intendente montevideano Daniel Martínez.
Por Hugo Machín Fajardo

“En desarrollos históricos de tal magnitud, veinte años equivalen a un día, aun cuando en el futuro puedan venir días en los que estén corporizados veinte años”, escribía Marx a su amigo Engels en referencia a los hechos que se precipitaban en Europa a mediados del siglo XIX.

Latinoamérica está viviendo esos días que equivalen a los veinte años a que refería el filósofo alemán. En cada país tienen diferente intensidad, pero la región no será la misma luego de las convulsiones a las que asistimos desde octubre de 2019 al presente.

Varios procesos electorales desde 2018 vienen modificando el tablero político latinoamericano, a lo que se sumó una legitima movida social propiciada por el enlentecimiento económico continental que según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) llevará la pobreza hasta un 30,8 % de la población en América Latina en 2019, o sea, seis millones de personas más.

El narcogobierno encabezado por Nicolás Maduro, cada vez más aislado internacionalmente, aprovechó para infiltrar agentes entre los millones de exiliados venezolanos y teñir de vandalismo con perfiles terroristas a las movilizaciones que sorprendieron a la region.

Sumado a cientos de miles de mensajes enviados desde Caracas y La Habana por un ejército de militantes cibernéticos que infectan las redes sociales exacerbando climas adversos a los gobiernos de Ecuador, Chile y Colombia. Solamente al país trasandino los destrozos perfectamente coordinados y apoyados desde Caracas, le han significado pérdidas por 370 millones de dólares y la necesidad de disponer de 5.500 millones de dólares destinados a un plan de reactivación para apuntalar su economía que en octubre se contrajo 3,4%, tras el estallido social comenzado hace casi dos meses.

Uruguay en este movedizo escenario ofrece una realidad que, en principio, transita por los parámetros democráticos a los que nos tiene acostumbrado el país sureño tras el traumático período dictatorial (1973-1985).

Luego de 15 años de administración de izquierda, la ciudadanía votó por un cambio hacia una forma inédita de gobierno: una coalición de cinco partidos que componen un arco desde el centro izquierda hasta la derecha, que en el Poder Legislativo obtuvo el 27 de octubre una mayoría de casi el 55%, frente a un 40% del Frente Amplio. Y en la segunda vuelta del 24 de noviembre, eligió como Presidente, apenas por 37.042 votos más (1,55%) a Luis Lacalle Pou por encima del ex intendente montevideano Daniel Martínez.

Histórico. Es un hecho histórico en la vida partidaria uruguaya. Un país que desde 1836 hasta 1971 fue gobernado por los dos partidos fundacionales -Colorado y Nacional-  y que medio siglo atrás vivió la ruptura de ese bipartidismo con la irrupción de una coalición de izquierda –FA- conformada por comunistas, socialistas, democratacristianos, personalidades de izquierda independiente, dirigentes políticos provenientes de los partidos tradicionales y simpatizantes de la guerrilla tupamara. Aunque el Movimiento de Liberación Nacional hasta 1989 no lo integró formalmente.

Cuatro días cuerdos. La primera expresión democrática del pueblo uruguayo, en contraste con el clima de confrontación que se vive en otros países del continente, fue esa tensa expectativa de cuatro días en que, si bien las proyecciones daban ganador a Lacalle, la Corte Electoral no lo confirmó hasta finalizar el escrutinio definitivo el jueves 28 de noviembre. Y la ciudadanía vivió en calma el compás de espera al que no había contribuido el socialista Martínez en la noche del balotaje, cuando no reconoció el triunfo de su oponente.

Socialistas y comunistas. En una declaración de los socialistas admiten que “tuvimos una derrota electoral que, para una fuerza política con vocación de gobierno, es una derrota política dura”. Pero relativizan lo anterior al considerar que “pudimos celebrar más un proceso que un resultado y abrazarnos con nuestra militancia”.

Quienes reaccionaron acorde al cuño leninista de que una vez obtenido el gobierno por la clase trabajadora nunca mas debe retornar a otros partidos, fueron los comunistas uruguayos: “resistir la restauración conservadora y, con unidad y lucha, abrir caminos para avanzar en democracia. En eso estaremos, cada día”, declararon también el 1ro. de diciembre. Para ese sector, que sumado al de Pepe Mujica y la mayoría de los socialistas, conforman el ala radical del Frente Amplio, la democracia sigue siendo un medio y no un fin en sí mismo.

Unión nacional. Lacalle en su primer discurso como presidente electo realizado el 30 de noviembre, adoptó un tono de unidad nacional: “mejor que decir ´se van´, decimos que vengan”- y se preocupó por subrayar que su gobierno va a ser “justo y con sensibilidad social porque a los más pobres hay que ayudarlos y no hacer gárgaras con la pobreza”.

En el aspecto internacional adelantó que tendrá “la mejor de las relaciones con el presidente argentino, el brasileño y el paraguayo” para fortalecer el Mercosur y que “necesitamos una región fuerte sin importar la ideología, pero a los dictadores le vamos a decir dictadores”.

Es claro que la política exterior uruguaya cambiará y mucho. Y por eso el designado canciller, Ernesto Talvi, del Partido Colorado, en la mañana del 5 de diciembre lamentó que el actual ministro de RREE, Rodolfo Nin, haya pedido la activación de la cláusula democrática de la OEA respecto a Bolivia, sin consultar sobre el punto a la administración entrante.

Según el gobierno de Tabaré Vázquez el “presidente constitucional Evo Morales fue obligado a renunciar a su cargo, lo que provocó un quiebre institucional que representa una ruptura del orden democrático”.

También a partir de marzo Uruguay dejará de pertenecer al Grupo de Montevideo, creado para negociar con el chavismo, pero que en realidad ha servido para oxigenar al régimen de Miraflores.

“Movilizaciones históricas”. El martes 3 de diciembre, Lacalle adelanto que prevé que “se vienen momentos en los que van a haber movilizaciones que son históricas y pacíficas. Esas marchas siempre fueron pacíficas, lo que uno tiene que cuidar es que ese tipo de marchas no se empañen por infiltración”, advirtió.

Dos leyes, una de urgente consideración y otra presupuestal, pueden potenciar, en opinión de Lacalle, esas movilizaciones sociales, previsiblemente fogoneadas por sectores de la oposición de izquierda.

El riesgo de que Uruguay derive o no hacia lo que viene dándose en otros países latinoamericanos, se dilucidará pronto.

El domingo 1° de diciembre cientos de jóvenes asolaron el barrio montevideano de Pocitos, destrozando vehículos en la vía pública, y fachadas de edificios que dan sobre la rambla, en un descontrol que incluyó agresiones físicas a ciudadanos residentes en la zona. La intervención policial demoró en activarse, pese a que existía información de inteligencia policial sobre lo que podría ocurrir en ese barrio donde horas antes Lacalle concentró a una multitud para escucharle por primera vez como Presidente electo.

Posteriormente la justicia procesó, sin prisión, a varios responsables de los desmanes. Desde el gobierno entrante no se adjudicó responsabilidad a ninguna colectividad política, pero en filas de Lacalle es evidente el descontento con la inercia policial, instituto dependiente de un hombre de Pepe Mujica, Eduardo Bonomi, que lleva diez años al frente de esa cartera ministerial.

Por ahora, en determinadas redes sociales, sectores de ciudadanos de izquierda como del gobierno entrante, mantienen confrontaciones similares a las de la campaña electoral, por ende, cargadas de subjetivismo y beligerancia.

Stéphane Hessel (1917-2013) el convocante a la “insurrección pacífica” de los “indignados” europeos de hace una década, advertía que “la exasperación es un término negativo [y que] no debemos exasperarnos, sino que deberíamos esperanzarnos. La exasperación es una negación de la esperanza. Es algo comprensible, casi diríamos natural, por por eso no es aceptable porque no permite obtener resultados que puedan eventualmente producir esperanza”.