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05.03.18

El «crecimiento invisible» de Mauricio Macri y por qué crecen el malhumor y la ansiedad

(TN) En la Asamblea Legislativa el Presidente habló de poco de economía, que aunque crece no detiene el malestar. El efecto de las expectativas.
Por Marcos Novaro

(TN) Fue el pasaje más controvertido y menos feliz de su exposición ante la Asamblea Legislativa. Mauricio Macri quiso referirse a otra cosa: a las bases subterráneas, por ello "invisibles", que habría estado dedicado a construir estos dos años "para que Argentina pueda crecer los próximos 20 en forma consecutiva". Pero en un discurso en que hizo poco hincapié en la economía, dio pocas cifras y explicaciones al respecto, quedó como si hubiera querido esquivarle el bulto a problemas bien visibles con excusas y promoviendo una buena nueva que no se ve porque no existe. Así al menos lo interpretó la oposición, que se hizo un festín con la ocurrencia presidencial.

El asunto no pasaría de ahí si no fuera porque lo enmarca una paradoja que se ha vuelto central para entender la actual coyuntura: ¿por qué si bien la economía crece, poco pero crece, y crecieron también el último año los ingresos de la población, sobre todo durante la última parte del 2017, ha estado creciendo desde esos meses hasta aquí el malhumor social, el pesimismo económico y la impresión general de que el gobierno no le encuentra la vuelta al tema de la inflación, del empleo y del consumo, de la economía en general, y está como empantanado o perdiendo el tiempo?

Una parte de la cuestión puede considerarse estacional: desde diciembre hay malas noticias económicas en abundancia (ajustes, suba de precios, etc.) y las subas de salarios que las compensen recién van a llegar a partir de abril. Aún cuando sea cierto como también dijo Macri que tuvimos un verano récord de turismo, pagar las cuentas estos meses se está volviendo cada vez más complicado. Y cuando uno vuelve de las vacaciones y se da cuenta de que es eso lo que le espera, el disgusto es doble.

Otra parte de la explicación es que los promedios y cifras globales son bastante engañosos cuando la realidad es muy heterogénea y despareja, y la recuperación en curso además de acotada lo es en grado importante. Pueden haber crecido los ingresos en promedio, y seguro por encima del promedio lo hicieron los de actividades especialmente favorecidas, como la construcción; pero los de muchos sectores medios ligados a la administración pública, el comercio y otros servicios perdieron en vez de ganar. Son millones de personas, que encima no reciben tarifa social ni otras compensaciones. Y votaron en su mayoría a Macri esperando algo mejor.

Pero esto es solo parte del asunto. Lo esencial de la explicación reside de seguro en factores políticos más generales y en un cambio temporal y de parámetros comparativos que se está produciendo en la definición de los diagnósticos y las expectativas sobre la economía.

En cuanto a lo primero, lo fundamental es que la transición de salida del kirchnerismo terminó; ahora, es decir a partir de octubre, corre el tiempo en que Macri es protagonista indiscutido y ya no tiene la salida fácil de la "herencia recibida". Esto evidente y el propio presidente dio cuenta de ello en el Congreso, absteniéndose de hablar del pasado (salvo para decir muy al pasar una vez más que nos salvamos de ser Venezuela, no hacía falta) e invitando luego a sus colaboradores a seguir su ejemplo.

Pero lo más interesante de todo este asunto es lo segundo, lo que comenzó a pasar en parte por efecto de este cambio de contexto político en el modo en que se definen diagnósticos y expectativas sobre la economía: una vez que nos liberamos del pasado, que nos tenía como atrapados, por la renuencia de Cristina Kirchner y los suyos a hacerse a un lado y dejar que se iniciara una nueva etapa, nos desayunamos que ninguno de nuestros problemas se iban a acabar con el simple expediente de olvidar a esos personajes, meterlos presos o someterlos a alguna otra clase de exorcismo. Ni la corrupción, ni la inflación, ni las protestas violentas, ni las dificultades para ponernos de acuerdo y cooperar, todo sigue con nosotros cargándonos las espaldas, ¿cómo ser entonces optimistas respecto al futuro que nos espera, si seguimos siendo los mismos que antes, siguen los mismos gremialistas, los mismos números de inflación, la misma policía poco confiable, la misma Argentina de siempre, en suma?

Este es, creo, el fondo de la cuestión. Y el que explica que el ciclo de Macri arranque tarde y ya un poco desgastado. Porque lo cierto es que tuvo bastante changüí para ordenar sus ideas, preparar el terreno y también para hacer macanas y aprender en los dos años de transición iniciales. Con lo que redescubrimos lo que ya sabíamos, que no tiene forma de entusiasmarnos y enamorarnos. ¿Con suerte y esfuerzo podrá convencernos? Al menos va a tener que intentarlo.

Si lo hace tendrá que lidiar a partir de ahora con percepciones colectivas sobre el presente y el futuro que no están fundadas en riesgos o temores sobre lo que pudo haber pasado de no haber tenido la suerte de encontrarnos con él en el camino. Que nos sacó de un ciclo ya agotado y del que si no nos librábamos sólo cabía esperar que nos hundiera un poquito más cada día es algo ampliamente aceptado: hasta parte de los votantes de Daniel Scioli creen que si Macri no hubiera ganado estaríamos peor (según un estudio de Opinaia solo el 24% del total de encuestados duda de ello). Pero que las cosas pudieron salir mucho peor y que nos hayamos salvado por un pelo de que así fuera no suelen ser factores muy determinantes para las conductas políticas. Y en todo caso lo excepcional con Macri ha sido que influyeron bastante más de lo habitual, y por bastante tiempo.

Como sea, ahora se lo juzga en función de otros parámetros, ante todo los de expectativas de mejora que él mismo promovió y que la gran mayoría compró, lo haya o no votado. Expectativas que parten del piso existente para arriba, claro. Y se juegan en un tiempo que empieza a correr en su contra, y corre más rápido en esa dirección dada la demora en arrancar el ciclo y la exasperante lentitud que impone el famoso gradualismo a la atención de demandas y la gestión de soluciones.

Administrar la ansiedad, se entiende en este marco, se vuelve una cuestión decisiva. Como lo ha sido en muchas otras ocasiones de la historia política argentina en que el gobernante de turno se quedó solo en medio del ring y todos, incluido él mismo, empezaron a preguntarse ¿ahora qué?, ¿alguien sabe para dónde ir, en quién confiar?, ¿no habremos caído en un nuevo error?

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)