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05.06.18

El enemigo interno de Piñera

(El Líbero) Ya que su gobierno está tomando pasos concretos para avanzar en la reducción de las desigualdades de género, el Presidente debiera evitar empañar su propio legado con comentarios que reproducen la percepción de que a las mujeres se les pueden decir cosas que, incluso un Presidente, jamás se atrevería a decirle a un hombre.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Resulta difícil entender que, después de realizar un impecable discurso ante el Congreso Nacional, el Presidente Sebastián Piñera se haya convertido en su peor enemigo al hacer un desafortunado, innecesario y contraproducente comentario a la Presidenta de la Cámara de Diputados, Maya Fernández Allende. Ya que su gobierno está tomando pasos concretos y adecuados para avanzar en la reducción de las desigualdades de género y en generar más y mejores oportunidades para las mujeres, Piñera debiera evitar empañar su propio legado con acotaciones que reproducen la percepción de que a ellas se les pueden decir cosas que, incluso un Presidente, jamás se atrevería a decirle a un hombre.

Desde que estalló el movimiento feminista en Chile —influido por eventos en Estados Unidos que pusieron el acoso y abuso hacia las mujeres en la primera plana de los medios— se ha producido una saludable discusión sobre las barreras institucionales y culturales que obstaculizan el desarrollo profesional de ellas y que atentan contra la igualdad de género. Porque ser mujer es más difícil que ser hombre, parece razonable aspirar a que el movimiento feminista produzca resultados que ayuden a emparejar la cancha.

Debido a que muchas de las demandas del movimiento son perfectamente compatibles con el programa de gobierno impulsado por el Presidente Piñera, La Moneda no tiene por qué sentirse atacada por él. Es verdad que algunas de las peticiones que enarbolan los sectores más radicales son opuestas a lo que propone el gobierno de Chile Vamos. Pero esas demandas no son ni centrales al movimiento ni apoyadas por una mayoría de las mujeres y hombres que expresan simpatía por la causa de reducir la desigualdad de género en Chile. De ahí que parece perfectamente razonable que el gobierno se convierta en un aliado del movimiento y no se deje arrinconar por aquellos grupos más radicales que acusan a Piñera de no ser lo suficientemente feminista.

La propia trayectoria política del Presidente demuestra que ha sabido aprender lecciones, actualizar sus posturas y evolucionar en sus creencias en múltiple asuntos. Piñera es mucho más pragmático que dogmático. Enfrentado a nuevos datos, no trepida en renovar sus creencias y posiciones. Es verdad que no ha sido nunca un paladín del feminismo, pero tampoco se le puede considerar un enemigo de la igualdad de género. En su trayectoria política, nombró más mujeres ministras que cualquier otro hombre que anteriormente ocupó la presidencia de Chile. Y aunque la presencia de mujeres en su gobierno tuvo un retroceso comparado con el primer gobierno de Bachelet, Piñera ha sido especialmente abierto a hacer suyas varias de las demandas en pro de la equidad —pese a que las activistas más radicales del movimiento le apliquen una vara más severa de la que han aplicado a presidentes hombres de izquierda.

Es más, en su propia familia, Piñera ha demostrado creer y promover la igualdad de género. Si bien su esposa nunca trabajó prolongadamente fuera del hogar, Piñera ha demostrado valorar y respetar las posturas políticas de ella —no siempre similares a las propias. Las dos hijas de Piñera son profesionales exitosas. Y entre sus cuatro hijos, quién más activamente participa en política es una mujer.

En su programa de gobierno, Piñera incluyó una serie de propuestas que ayudarían a reducir la desigualdad de género y ampliarían las oportunidades para mujeres en economía, educación, salud, pensiones y vivienda. Por eso, su discurso del 1 de junio pudo incorporar fácilmente algunas de las demandas del movimiento feminista sin alejarse un ápice de su propio proyecto. De ahí que resulte tan incomprensible que haya hecho ese desubicado comentario a la Presidenta de la Cámara de Diputados. Bastaba con usar una regla básica del sentido común, pero el Presidente se dejó llevar por su instinto; por eso optó por hacer una acotación que reproduce la tradición de considerar a la mujer como alguien digno de menos respeto y consideración que un hombre. Es verdad que su gobierno ha demostrado lo contrario, y que las políticas que impulsa su administración producirán incuestionables efectos positivos en la reducción de la desigualdad de género. Pero lo que el Presidente Piñera le dijo a Maya Fernández —y que jamás hubiera dicho a un hombre en esa misma posición— demuestra que, a veces, los logros del gobierno pueden ser boicoteados por el enemigo interno que el mismo Piñera parece llevar escondido en alguna parte de su interior.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)