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21.01.19

Nada mejor que una oposición fragmentada

(El Líbero) Ahora que la oposición aparece dividida, el gobierno de Chile Vamos puede aspirar a construir una coalición ganadora mínima —una cantidad apenas suficient.e de votos en el Congreso para pasar las reformas— a un costo mucho menor. En vez de buscar el apoyo de todo ese grupo, la actual administración podrá negociar con cada partido por separado.
Por Patricio Navia

(El Líbero) No hay mejor regalo para un gobierno con minoría en el Congreso que una oposición fragmentada. En la medida que los partidos de centro e izquierda sigan escalando sus conflictos y diferencias, La Moneda tendrá una inmejorable oportunidad para avanzar su agenda legislativa. Porque la lógica de dividir para reinar también aplica a la política, Chile Vamos debería estar celebrando —y no expresando preocupación— por la excesiva fragmentación que ahora parece reinar en la oposición.

En cualquier negociación en la que uno es el comprador, siempre es mejor que haya varios vendedores compitiendo por ofrecer sus productos. Lo mismo pasa cuando el gobierno necesita ‘comprar’ votos en el Congreso. En la medida que los potenciales ‘vendedores’ se multipliquen, el precio de los votos va a bajar. Si la oposición se comporta de forma disciplinada y unida, habrá solo un interlocutor con el que negociar. Pero cuando la oposición se fragmenta y los distintos partidos se pelean entre ellos, habrá más. Eso hará bajar el ‘costo’ de los acuerdos para el Congreso.

Por cierto, no es que el gobierno literalmente salga con un maletín a comprar votos. Pero cuando cualquier administración necesita sumar los votos que faltan para alcanzar mayoría, se dan negociaciones que implican ya sea concesiones en los detalles de los proyectos de ley que se tramitan o concesiones en otros asuntos que son de importancia para los legisladores cuyos votos se están cortejando. Como toda negociación, los acuerdos políticos implican resultados que dejan contentos a todos. No se trata de quién gana más, sino de que todos los involucrados tengan buenas razones para sentir que están mejor habiendo cerrado el negocio que no habiéndolo hecho. Aunque a muchos les produzca asco hablar de la ‘cocina política’, la única forma de llegar a acuerdos en la democracia es sentándose a conversar con aquellos que piensan distinto y encontrando objetivos comunes que permitan al gobierno avanzar en su agenda legislativa.

Como en 2017 el electorado chileno decidió escoger a Sebastián Piñera como Presidente, pero dio una mayoría de los escaños en el Congreso a legisladores de oposición, el único camino posible para el éxito legislativo del gobierno de Chile Vamos es a través de negociaciones con toda o parte de la oposición. De la misma forma que los tres primeros gobiernos de la Concertación (1990-2006) se vieron obligados a negociar con la oposición —producto de la mayoría artificial que tenía la derecha en el Senado gracias a los senadores designados— el gobierno de Piñera se ve obligado a sumar apoyos para alcanzar una mayoría de votos tanto en el Senado como en la Cámara. Para Chile Vamos, la condición de minoría no es nueva. Ya en 2010-2014 la derecha también estuvo en minoría. En ese periodo, igual que ahora, la única forma de avanzar la agenda legislativa era a través de la búsqueda de acuerdos con aquellos que pensaban distinto.

Pero en 2010-2014, la oposición de centroizquierda estaba más unida que ahora. La expectativa de que la entonces popular ex Presidenta Michelle Bachelet regresaría a competir en las elecciones de 2013 inducía a mayor disciplina y cohesión entre los legisladores de los partidos de la Concertación. Eso hacía que cualquier intento de negociar por parte del gobierno de Piñera tuviera que involucrar a toda la oposición. Como resultado, el gobierno de Piñera terminaba en la misma incómoda posición de un comprador que debe negociar solo con un posible vendedor que no tiene mucho interés en lograr un acuerdo. Para sacar adelante sus proyectos, el primer gobierno de Piñera debió hacer muchas concesiones.

Ahora que la oposición aparece fragmentada y dividida, el gobierno de Chile Vamos puede aspirar a construir una coalición ganadora mínima —una cantidad apenas suficiente de votos en el Congreso para pasar las reformas— a un costo mucho menor. En vez de buscar el apoyo de toda la oposición, el gobierno ahora podrá negociar con cada partido por separado. Ya sea porque esos partidos comparten agenda con el gobierno en algunas temas o porque el gobierno podrá ofrecer concesiones específicas que interesen a un partido en particular —o incluso a un grupo de legisladores— el gobierno podrá aspirar a construir coaliciones ganadoras mínimas en cada proyecto de ley de su interés y así optimizar las chances de avanzar su agenda legislativa sin tener que hacer concesiones excesivas.

Por cierto que hay externalidades negativas cuando la oposición está fragmentada y cuando hay grupos radicalizados. Para que la democracia funcione mejor, debe existir una oposición con ganas, capacidad y madurez para gobernar. Pero en lo que respecta a la capacidad de avanzar la agenda legislativa del gobierno, mientras más fragmentada esté la oposición, cuánto mejor.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)