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11.02.19

Eduardo Duhalde también está dispuesto a negociar con Cristina Kirchner

(TN) ¿Con qué intención envió esa señal de acercamiento con la senadora de Unidad Ciudadana? Cómo es el gobierno que imagina el expresidente.
Por Marcos Novaro

(TN) El expresidente Eduardo Duhalde promueve una vez más a su exministro de Economía para liderar la etapa que se abrirá en octubre de este año, y deja caer una frase curiosa: "Cristina Kirchner no ve mal lo de Roberto Lavagna".

Todos están jugando al misterio y la ambigüedad en el confuso espacio del peronismo. Si ese mensaje de la expresidenta a su predecesor existió, convengamos en que no fue nada claro, ¿qué quiere decir que no "ve mal a Lavagna"?, ¿que podrían entenderse, que le parece más simpático o menos insoportable que, pongamos, Sergio Massa o Juan Manuel Urtubey? Si con Massa ya los kirchneristas vienen conversando hace tiempo para buscar una vía de cooperación al menos en provincia de Buenos Aires, ¿será que quieren hacer lo mismo y a nivel nacional con el economista, ahora devenido esperanza del peronismo blanco?

¿Y con qué intención revela esa señal de acercamiento Duhalde?, ¿para abonar la idea de la unidad nacional a la que tanto él como su candidato apuestan como fórmula para promover su espacio y llegar al gobierno? ¿O simplemente como un modo de acercarse a los votantes de Cristina, no a ella, para robárselos (que es algo que, se puede sospechar, también es lo que estaría intentando Massa)?

El mensaje de Duhalde tiene varios supuestos. El principal es que Cristina no puede ganar y Lavagna sí, y para Cristina y los suyos el peor escenario es que vuelva a ganar Mauricio Macri, así que hay que tentarlos de alguna forma de acuerdo, para evitar el mal mayor.

Eso puede sonar más o menos razonable, pero tal vez sea más bien difícil llevarlo a la práctica. Porque ¿qué pasaría si la ex presidente le contesta "OK, encontrémonos y charlemos"? Lo más probable no es que Lavagna le robe algún voto a Cristina si no que pierda a algunos de los que ahora está en condiciones de seducir.

Lavagna está entre los dirigentes con mejor imagen del país, cerca de los números de María Eugenia Vidal. Pero no reúne mucha más intención de voto que Massa o Urtubey, al menos por ahora (suma alrededor de 11 %, muy lejos de los 30 puntos que tiene CFK). Es decir que sus posibilidades de crecer no son despreciables. Y puede hacerlo tanto entre los peronistas moderados como entre los oficialistas desilusionados. En realidad, más entre estos últimos que entre los primeros: quienes simpatizan con él se parecen mucho a los que lo hacían hasta hace poco con el gobierno. Pero lo importante es que a ninguno de esos dos grupos, donde el rechazo a los gobiernos anteriores y sus políticas es muy marcado, les va a gustar que aparezca trenzando con la mayor responsable de esas desgracias. Entonces, ¿cuál es el negocio de Duhalde al revelar este acercamiento con el kirchnerismo?

Tal vez esté demasiado apurado en promover su propia versión de la unidad nacional, que parece ser una en la que, ante todo, el peronismo vuelve a estar unido y él mismo actúa como su cemento y motor.

No es una idea que sea fácil de llevar a la práctica, pero convengamos que tampoco lo es la que sobre "el gobierno de unidad nacional" ha dado el propio Lavagna. Para éste parece que todo se reduce a que los distintos sectores confluyan detrás de su candidatura, abandonen la idea de disputarse cargos en internas o cosas por el estilo, y acepten su probada capacidad para lidiar con dificultades económicas. Pero lo más que podría aspirar a sumar de este modo es a retazos del peronismo y el radicalismo, y algunas fuerzas menores, los socialistas de Santa Fe y la corriente de Margarita Stolbizer.

Duhalde está pensando, como él mismo dice en el reportaje de marras, en un "gobierno que cuente con mayorías legislativas", y para crear algo así necesitaría descomponer los dos polos que hoy hegemonizan la política argentina, el kirchnerismo y Cambiemos. Es decir, deberíamos retrotraernos a la situación política que se vivía a fines de 2001, con el agregado de que el peronismo ya no estaría fragmentado como sucedió mientras Carlos Menem siguió siendo un expresidente con aspiraciones.

Repetir esa historia, y en esta versión "mejorada", ¿es viable?, y más todavía, ¿sería razonable? En nuestra lucha política demasiadas veces se confunde la máxima según la cual "la historia es maestra de vida" por la idea de que se puede repetir la historia para corregirla. A Duhalde, en el fondo, lo persigue el "error" de haber elegido a Néstor Kirchner en vez de a Lavagna para sucederlo en 2003, y quiere tener una segunda oportunidad para corregir el desaguisado que a partir de esa decisión se armó. Pero no es buena idea que confunda lo que él quiere con lo que se puede hacer.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)