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31.05.19

La carrera presidencial y el vacío político

(El Líbero) Si el presidente en ejercicio no hace uso del poder real y simbólico del trono, la carrera por la sucesión se desatará mucho más temprano que tarde —independientemente de cuánto falte para la siguiente elección presidencial.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Cuando se produce un vacío en la arena política, siempre hay algo que lo llena. Si el gobierno quiere evitar un inicio anticipado de la carrera presidencial, la mejor forma de hacerlo es ocupando la agenda con temas propios que le hagan sentido a la ciudadanía. De no hacerlo, el inicio de la carrera presidencial se hará inevitable y el síndrome del pato cojo se apoderará del gobierno antes de que éste llegue a la mitad del periodo.

El viejo dicho de “a rey muerto, rey puesto” puede ser insensible a la igualdad de género, pero explica muy bien las dinámicas de poder en política. Sea ocupado por un rey, una reina o persona de la realeza -para los que prefieren hablar en términos neutrales en lo que respecta a género- los tronos vacíos siempre son rápidamente ocupados por alguien.

En los sistemas presidenciales, el cargo de presidente es lo más parecido que tenemos a un trono y, al igual que lo que asevera el dicho, es altamente improbable que pueda existir por un tiempo prolongado la percepción de que hay un vacío de poder. Si el presidente en ejercicio no hace uso del poder real y simbólico del trono, la carrera presidencial por la sucesión llenará ese vacío mucho más temprano que tarde —independientemente de cuánto falte para la siguiente elección presidencial.

El hecho que la declaración reciente del senador RN por Santiago Andrés Allamand sobre su disponibilidad para pensar en ser candidato presidencial haya generado tanta polémica dice mucho más sobre el vacío de poder en La Moneda que sobre las aspiraciones de Allamand. Después de todo, Allamand ha explicitado sus aspiraciones presidenciales desde fines de los 80. La única noticia de verdad en la arena presidencial sería que Allamand anunciara que esta vez no tiene aspiraciones. Además, la alambicada forma que usó para anunciarlo esta semana —“yo estoy disponible a pensarlo”— muestra que hizo un gran esfuerzo por evitar desatar la carrera presidencial. Es más, precisamente porque se trata de un político experimentado, da la impresión que su declaración fue más bien un intento algo desesperado por hacerle ver al gobierno que necesita mover piezas en el tablero para recuperar el control de la agenda.

El Presidente Piñera está a punto de entregar su segundo mensaje anual al Congreso y al país. Consumido por la polémica generada por su decisión de incluir a sus hijos en la gira a Asia, perdió valiosas semanas en defender una posición indefendible. Afortunadamente, recién ayer reconoció que, de volver a tener que decidir sobre ese viaje, haría las cosas de forma distinta. Esa declaración sigue siendo menos que las disculpas ofrecidas por Cristóbal Piñera, su hijo menor, pero es suficiente para que el Mandatario y su gobierno puedan dar por cerrado el tema. Como varios miembros de su propia coalición correctamente lo criticaron por la decisión que tomó y por la forma en que intentó defender esa decisión, Piñera debiera dejar atrás esa polémica que le ha traído innecesarios costos a su familia y al gobierno de Chile Vamos. Ahora el Presidente puede abocarse a intentar convertir su mensaje a la nación en una oportunidad para retomar la agenda, delineando sus prioridades legislativas y disposición a trabajar con la oposición para construir acuerdos.

Por cierto, una forma de demostrar su voluntad a enmendar rumbo y empezar una nueva etapa hubiera sido acompañando su discurso con un ajuste de gabinete diseñado en consecuencia con esa nueva actitud. Después de todo, hasta los mejores equipos del mundo realizan ajustes a mitad de camino. Además, como el gabinete de Piñera ha demostrado estar lejos de ser el mejor equipo del mundo (el 33% de aprobación que tiene el Presidente debería despejar toda duda al respecto), un ajuste de gabinete no es solo conveniente, sino que además necesario.

Pero los presidentes, especialmente aquellos que están en sus segundos periodos, parecen tener una especial sensibilidad respecto a ser pauteados por la prensa. En vez de entender que el juego de la comentocracia consiste en destacar los errores y proponer formas para corregirlos, los presidentes Bachelet y Piñera han dejado ver una especial reticencia a hacer lo que más les conviene solo porque no quieren aparecer como cediendo a la presión de la prensa.

Pero mientras más se demore en hacer el ajuste ministerial, más presión habrá de la prensa y más tiempo habrá perdido el gobierno. Igual que una muela dañada que hay que arreglar, el gabinete actual no se va a mejorar por si solo. Es más, mientras más se demore la intervención, más se habrá extendido el daño.

Ahora que Allamand abrió la puerta de la carrera presidencial, el gobierno no debería cometer el error de dispararle al mensajero. En cambio, debería escuchar el mensaje de Allamand y debiera hacer un esfuerzo concreto y decidido por volver a recuperar el control de la agenda política. Esa es la única forma de retrasar el inicio de la carrera presidencial.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)