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06.11.19

Mauricio Macri ya copia la receta de Cristina Kirchner para volver

(TN) Como la exmandataria, el Presidente actual abroquela a su base electoral defendiendo a rajatabla su herencia con cero autocrítica. Quiere irse con una plaza llena que anuncie su posible retorno. ¿Le funcionará?
Por Marcos Novaro

(TN) “A fin de 2019, el país está listo para crecer”. Así arranca el balance de la gestión que acaba de dar a conocer el Ejecutivo, y con el que pretende rebatir el argumento de la “tierra arrasada” y las “cenizas” con el que llegan los que ganaron el 27 del octubre.

La idea que subyace es que la autocrítica no rinde entre nosotros, que los argentinos preferimos a un necio, sordo pero seguro de sí mismo, antes que a alguien reflexivo y por eso dubitativo, tal vez débil. Y puede que tenga razón: ¿le sirvió a Alfonsín despedirse de la presidencia enumerando lo que “no supo, no pudo o no quiso” hacer? Durante años, ese gesto fue motivo de burla. Hoy es el “padre de la democracia” y todos pelean como niños por quedarse con algún retazo de su legado, pero en vida, nunca volvió a disfrutar del reconocimiento público ni pudo volver a competir por el poder. No es ese el modo en que Cristina Kirchner quiso terminar sus días, ni tampoco es el que pretende Macri.

El texto con que se fundamenta esta apuesta, elaborado conjuntamente por Hacienda y la Jefatura de Gabinete, mezcla un poco de todo como en botica. Relativiza que el país este hoy peor que a fines de 2015, en algunos terrenos con bastante razón, pero para justificar un enfoque general que es bastante discutible: su intención principal es convencernos de lo que Macri repitió hasta el cansancio durante la campaña, el trabajo duro ya está hecho y terminado y el país está “listo para crecer por veinte años”, “sin magia, sin mentiras, sin ficción”. Es decir, si la Argentina no crece el año que viene va a ser porque Alberto mete la pata, echa a perder una maravillosa oportunidad gestada por los que se están yendo, con gran esfuerzo, para que seamos felices y comamos perdices. Palabras más, palabras menos lo que dijo CFK el 9 de diciembre de 2015 ante una plaza llena: “cuidado, vienen a destruir mi valiosa obra”.

Cuando sin duda en el gobierno saliente saben muy bien que el ajuste está lejos de haber terminado. Y que no es cierto que “se hayan apagado los tres motores de la inflación”, el déficit público, la actualización del tipo de cambio y de las tarifas, en el mejor de los casos lo que se logró fue moderar su impacto.

Sí es indiscutible que en estos años se hizo un gran esfuerzo para eliminar las muchas y graves distorsiones heredadas en los precios relativos (empezando por el dólar y las tarifas de servicios), por sincerar y ordenar la administración de pasivos, moderar una insostenible presión fiscal, y varias tareas “normalizadoras” más. Pero ninguna de esas tareas se completó. Hoy, el dólar no está subvaluado como en 2015, pero es difícil sostener, como hace el documento, que “más allá de las restricciones recientes, vale lo que se dice que vale”, porque, ¿cuánto vendría a ser eso, 63,5$, 75$, 80$? Si se fracasó en sostener un mercado libre de cambios no resulta sensato achacar toda la culpa a la “incertidumbre electoral” causada supuestamente por la propia derrota en las urnas. Eso más que una explicación es morderse la cola. Lo mismo cabe para el silencio con que se cubre el “reperfilamiento” de las deudas y el reciente congelamiento de tarifas con los que se está perdiendo en estos meses una porción importante, aunque aún incierta, del terreno conquistado en los primeros años de la gestión para lograr una ecuación macroeconómica más o menos estable, “más sana” son los términos que usa el texto oficial. Si la estantería se viene abajo con tanta rapidez es porque desde el principio se la levantó con poco esmero y era demasiado frágil.

Con el mismo ánimo equívoco, quienes redactaron el documento se vanaglorian de haber “creado 1.250.000 puestos de trabajo durante la gestión”, sin detallar cuántos se perdieron en el mismo lapso; se felicitan de haber superado “una crisis energética con tarifas atrasadas que se sostenía con permanentes cortes de luz y gas y se abastecía con carísimos barcos de gas licuado que venían de Venezuela bajo contratos muy dudosos”, lo que pinta muy bien el desmadre introducido por el kirchnerismo en el sector, pero no se hace cargo del mal manejo de los aumentos de costos de la energía que se impusieron al resto de la economía en estos años, y que sumados a otros simultáneos sinceramientos derivaron en infinidad de quiebras; y también auguran un pronto repunte del consumo sostenido “por las jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares y por hijo, que aumentarán en términos reales", sin reconocer que de concretarse esos aumentos el año que viene, que es cierto el gobierno saliente habilitó a través de fórmulas de actualización injustamente atacadas en su momento por el resto de las fuerzas políticas, el precario equilibrio fiscal hasta aquí alcanzado puede volar por los aires.

¿Será que también en esto la futura oposición piensa imitar a sus predecesores en ese rol, y hacerle pagar a Alberto Fernández cada una de sus inconsecuencias en la promesa de terminar con el ajuste y “ponerle plata en el bolsillo” a los argentinos? Estaría en su derecho. Pero incumpliría su compromiso de ser una oposición más responsable, mejor que la que ellos tuvieron que soportar en estos cuatro años. Y se supone que Macri y Juntos por el Cambio quisieran volver no tan solo para que siga girando la rueda de la historia en que venimos consumiendo inútilmente nuestras energías, si no para hacer las cosas un poco mejor.

Ojalá así sea, y el documento de despedida dado a conocer en estos días pueda considerarse, y pronto olvidarse, como el último acto de la campaña que termina, y no el primero de la historia que está por empezar.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)