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15.11.19

Paz social y orden público

(El Líbero) Cuando el Presidente Piñera fue duramente —y correctamente— criticado por decir que Chile estaba en guerra, hubo una dimensión en su declaración que era acertada y que pasó desapercibida. Producto de las protestas, saqueos y destrucción, nuestro país había perdido el orden público y la paz social. Aunque hay mejores antónimos que guerra, la declaración del Mandatario anticipaba que el país debería eventualmente encontrar el camino para recuperar la paz.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La construcción de una nueva paz social requiere que primero se restablezca el orden público. Cuando la gente está marchando en las calles, la clase política puede estar sentada negociando acuerdos. Pero cuando en las calles reina la violencia, los saqueos y la destrucción, no están dadas las condiciones para construir una nueva paz social. Porque nadie puede sentarse a conversar en una mesa de negociación cuando hay una alta probabilidad de que saqueen y quemen la mesa, es esencial restablecer el orden público antes de lograr acuerdos políticos permanentes y duraderos.

En las últimas semanas ha quedado claro que no puede haber orden público si no existe un contrato social legítimo que sea aceptado por una amplia mayoría. Lamentablemente, también ha quedado claro que las mayorías expresadas en las urnas no son suficientes para que un gobierno pueda llevar adelante su programa. Por más que éste haya ganado democráticamente una elección con promesas claras y precisas, las masivas marchas callejeras acompañadas de una ola de violencia son capaces de silenciar la voluntad electoral de una mayoría.

Es verdad que los gobiernos no pueden solo basar su legitimidad en sus votantes. También deben demostrar que, durante el curso de su mandato, mantienen niveles sustantivos de aprobación. Por eso, no deben ignorar la voz de la calle, especialmente cuando ésta es secundada por los datos que muestran las encuestas. Pero son innegables las complejas implicancias que tiene para la democracia el hecho que las protestas callejeras —y la violencia que normalmente se produce cuando se acaba la manifestación popular— puedan importar tanto o más que la voluntad popular expresada en las urnas.

Cuando el orden social es reemplazado por el caos, los saqueos, incendios y las protestas que alteran el orden público e impiden el normal funcionamiento de la sociedad, resulta imposible que haya paz social. No es que la paz social sea lo mismo que el orden público o que el orden público genere paz social. El orden público es resultado de la paz social, pero su ausencia también imposibilita el ejercicio de la paz social.

De ahí que los llamados a construir paz social pasen por el necesario restablecimiento del orden público. Cuando el Presidente Piñera fue duramente —y correctamente— criticado por decir que Chile estaba en guerra, hubo una dimensión en su declaración que era correcta y que pasó desapercibida. Como producto de las protestas, saqueos y destrucción que comenzaron a convertirse en la cotidianeidad de Chile a partir del 18 de octubre, nuestro país había perdido el orden público y la paz social. Aunque hay mejores antónimos de paz que guerra, la declaración del Presidente correctamente anticipaba que el país debería eventualmente encontrar el camino para recuperar la paz. Por eso, el gobierno tomó la decisión de declarar estado de emergencia y enviar los militares a las calles. Pero como los militares están preparados para la guerra —más que para construir paz social— su presencia no ayudó a matizar posturas y, lo que es peor, no contribuyó a recuperar el orden público. Si bien los militares tienen las armas para imponer el orden, el uso de armas letales por parte de las fuerzas armadas debiera ser un recurso para cuando no queda ninguna otra alternativa para hacerlo.

Ahora que el país lleva cuatro semanas consumido por las marchas, protestas, saqueos, incendios y violencia —y aunque muchos quieran distinguir entre estos distintos tipos de manifestaciones, en el caso de Chile en 2019 es imposible que llegaron todos juntos, aunque las personas que los protagonizan sean diferentes— es innegable que enfrentamos tanto un problema de paz social y otro de orden social.

Por los sesgos ideológicos de cada sector, la izquierda parece más interesada en la paz social mientras que un sector de la derecha parece más preocupado del orden público. Ahora que los estragos que han generado estas cuatro semanas de violencia a la economía chilena se hacen evidentes y en tanto el país aparece mucho más polarizado, parece necesario que nos pongamos de acuerdo en que la paz social es tan importante como el orden público y que no vamos a poder lograr uno sin también asegurar el otro. Pero igual que un paciente que está en sala de emergencia en el hospital necesita primero que sus signos vitales se estabilicen para luego enfrentar el problema que lo llevó a esa sala de emergencia, el país necesita con urgencia recuperar el orden público para luego poder hacernos cargos de reconstruir esa paz social que tanto anhelan todos los chilenos.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)