(7 Miradas) Los economistas, funcionarios de salud y epidemiólogos están a full recalculando todo el tiempo proyecciones sobre lo que podría pasar. Eso sumado a las sucesivas crisis internacionales, están conformando el escenario para la tormenta perfecta, y de paso ahorrarle trabajo a los guionistas de cine que quieren lograr “su primer millón” con un tanque de Hollywood. Y si a eso le sumamos la crisis local, bingo!
Por qué debería detenerse esta columna de análisis político en la crisis del coronavirus y sus múltiples consecuencias? Algunas respuestas son obvias:
Sobre estos cinco puntos ya se ha escrito mucho en las últimas semanas, pero hay dos aspectos adicionales para apuntar: 1) el rol de los Estados y la comunidad de países; y 2) las tendencias históricas.
Demás está decir que se debe prestar atención al combo de opiniones calificadas (especialistas de todo tipo), la dinámica de la opinión pública en estas ocasiones y los gobiernos que necesitan cubrirse frente a eventuales críticas de falta de reacción a tiempo. Esa combinación genera psicosis a la vuelta de la esquina. En términos comunicacionales existe un matiz importante entre “alertar” y “alarmar”. Con la primera, se pretende que la gente se cuide, sin que entre en psicosis. Con la segunda es como un aviso de ataque aéreo: refúgiese y olvídese de todo lo demás. Se supone que con la segunda los Estados se evitan una enorme cantidad de consecuencias, ya que es preferible “prevenir que curar”. Pues, con todo lo que está sucediendo a nivel mundial, la situación pasó al grado de alarma.
Atrás de esto vienen las observaciones sobre los recortes en los presupuestos de salud pública, empezando por Europa. Y aquí viene otro punto central: ¿cuánto Estado hace falta, y cuánto se puede financiar? En un mundo sobreendeudado, hiper competitivo, más proteccionista y expuesto a crisis globales impredecibles, las sociedad solo demandarán… más Estado.
Por qué entonces la alarma? Por dos cuestiones: a) los gobiernos necesitan despertarla para que la sociedad extreme los cuidados y evitar que se produzca la profecía autocumplida, y b) existe un sesgo cognitivo que hace que la gran mayoría se fije en lo negativo y minimice lo positivo.
Demás está decir que nada de este análisis sirve frente al dolor de una persona que ha perdido a un ser querido. Las desgracias personales no se pueden morigerar. Y eso también lo deben tener en cuenta los análisis políticos.
Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)