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17.05.07

Destrucción creativa, idea clave

Por Juan Carlos de Pablo

Acaba de publicarse una nueva biografía del economista austriaco Joseph Allois Schumpeter. Según el comentario bibliográfico incluido en The economist, quien pretendía ser "el mejor amante de Viena, el mejor jinete de Europa y el mejor economista del mundo", es principalmente recordado porque en 1942 publicó un libro titulado "Capitalismo, socialismo y democracia".

Una tontería. ¿Cómo puede ser que alguien figure entre los grandes de la profesión, por haber publicado un libro donde pronostica el derrumbe del capitalismo, y la transformación del sistema en el socialismo, aunque no por las "contradicciones internas" de las que hablaba Marx, sino porque genera comportamientos en la dirigencia, que hacen insostenible el mantenimiento del sistema?

Como casi todo el mundo sabe (digo casi todo el mundo, porque en nuestro país todavía algunos actúan como si no se hubieran enterado), el que colapsó a fines de la década de 1980 fue el comunismo y el socialismo, no el capitalismo.

A Schumpeter hay que perdonarle la obra citada, en el nombre de otras cosas valiosas que dijo, como a Irving Fisher hay que perdonarle sus recontraequivocados pronósticos sobre la Gran Depresión, en el nombre de otras cosas valiosas que escribió.

Schumpeter se inmortalizó cuando caracterizó el funcionamiento del sistema capitalista ubicando al empresario emprendedor en el centro del análisis, y desarrollando la idea de destrucción creativa, todo esto dentro de una explicación del ciclo económico que publicó en 1912, es decir, 3 décadas antes del olvidable "Capitalismo, socialismo y democracia".

La apertura del Canal de Suez fue aplaudida por muchos, pero no precisamente por los dueños y fabricantes de barcos; la invención del e-mail fue aplaudida por muchos, pero no precisamente por los fabricantes de máquinas de fax; los 2 carriles por mano de la ruta que une Buenos Aires con Mar del Plata fue aplaudida por muchos, pero no precisamente por los dueños de las parrillas ubicadas en Dolores; el ferrocarril que unía Buenos Aires con Tucuman fue aplaudido por muchos, pero no precisamente por quienes elaboraban artesanías en esta última ciudad, etc.

Cada uno de estos ejemplos ilustra el principio schumpeteriano de la destrucción creativa. Principio que tiene claras implicancias: no hay nada neutral en el cambio tecnológico, no hay nada neutral en la apertura de la economía, no hay nada neutral en la desregulación económica, no hay nada neutral en la modificación del tipo de cambio real, no hay nada neutral en la prohibición de las exportaciones de carne, trigo, maíz, etc.

¿Qué se hace frente al fenómeno de la destrucción creativa? Esta es la pregunta relevante. Mucho más útil que "buscar consensos", recomendar "tratarnos como hermanos", o impulsar modificaciones de la política económica en el nombre de que "esto es lo que le conviene al país", o "esto persigue el bien común".

Frente a la destrucción creativa caben 2 posiciones extremas: se detiene la creación, para evitar la destrucción, o se acepta la destrucción, en el nombre de la creación.

Internet hizo desaparecer el cartero, como lo conocimos cuando yo era joven. A propósito: los críticos de la globalización se comunican por Internet. Tendrán mucho corazón, pero; ¿qué tienen contra los carteros y sus familias, que son buena gente? Detener la creación, para evitar la destrucción, implicaria prohibir Internet, para que los carteros vuelvan a tener trabajo; implica prohibir los camiones y los ómnibus de larga distancia, para que los ferrocarriles vuelvan a tener demanda; implica prohibir los supermercados, para que los almacenes vuelvan a tener clientes.

Me mudé de mi Liniers natal a comienzos de 1960. Hoy puedo recitar los nombres de las calles de dicho barrio, cosa que no puedo hacer del lugar donde vivo desde comienzos de 1991. En parte porque uno recuerda más las cosas que vivió de pibe, en parte porque como mi familia no tenía auto, el barrio lo caminaba. El auto quebró al cine de barrio, al almacén de barrio y al club de barrio. Detener la creación, para evitar la destrucción, implica prohibir al automóvil.

El otro extremo consiste en aceptar la destrucción, en el nombre de la creación. ¿Invertiste parte de tu vida en tomar cursos de perfoverificación, y ahora las computadoras no se alimentan más con tarjeras perforadas? Lo lamento. ¿Te graduaste de técnico en calderas a carbón, y resulta que ahora funcionan con otros combustibles? Lo lamento.

Esta postura extrema enfatizaría que el mensaje que tiene que recibir cada uno de nosotros, es precisamente el de la destrucción creativa. Lo cual quiere decir estar atentos a los cambios, ser flexible en las cosas que se aprenden, concentrarse en los primeros principios más que en las técnicas, ahorrar para financiar los cambios, etc.

Distintos países, en diferentes épocas, adoptan posiciones distintas frente a esta gran realidad que es la destrucción creativa. La historia ratifica lo que el sentido cumún sugiere que toda estrategia que privilegia detener la creación para evitar la destrucción, acumula presión y termina rompiéndose de manera abrupta. "De la noche a la mañana", como consecuencia de la apertura económica de fines de la decada de 1970, los argentinos descubrimos que los autos podían tener… aire acondicionado.

¿Y si tomamos la realidad como viene, es decir, y si aceptamos que la de la destrucción creativa es una gran verdad, y actuamos en consecuencia? Lo cual implica, por una parte, no contarnos el cuento del crecimiento visualizado como un "Manná" que cae del Cielo, y por la otra, acostumbrarnos a estar atentos a las modificaciones, superar los obstáculos y ahorrar para financiar los cambios. Generaríamos menos material para filmar películas, pero viviríamos en mejor sintonía con la realidad.

Fuente: Diario Perfil (Argentina)