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14.07.03

EL RELANZAMIENTO DEL MERCOSUR

Durante junio pasado, tuvo lugar en Asunción del Paraguay la XXIV Cumbre de Presidentes de los países que componen el MERCOSUR. La Cumbre significó un punto de inflexión en la breve historia del bloque, ya que ha sido la primera a la que asisten conjuntamente Luiz Inacio "Lula" da Silva y Néstor Kirchner, quienes han llegado al poder con un discurso fuertemente crítico hacia las políticas "neoliberales", supuestamente implementadas en América Latina durante la década del '90.
Por Pedro Isern

Miércoles 9 de julio de 2003.

El 18 y 19 de junio pasado tuvo lugar en Asunción del Paraguay la XXIV Cumbre de Presidentes de los países que componen el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Allí estuvieron los Jefes de Estado de los cuatro miembros plenos del bloque (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) más los primeros magistrados de Bolivia y Chile, miembros asociados, y de Venezuela, país invitado en su condición de presidente pro tempore de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). La Cumbre de Asunción ha sido un punto de inflexión en la breve historia del bloque regional, ya que es la primera a la que asisten conjuntamente Luiz Inacio "Lula" da Silva, presidente de Brasil asumido el primero de enero de este año, y Nestor Kichner, presidente argentino desde el 25 de mayo último, quienes han llegado al poder con un discurso fuertemente crítico hacia las políticas "neoliberales", supuestamente implementadas en América Latina durante la década del 90´.

La manifestación inmediata de esta crítica al llamado "Consenso de Washington" se expresa necesariamente, cuando se trata de un acuerdo comercial, en la búsqueda de políticas comunes que intenten limitar los perjuicios que la globalización y el libre comercio cometieron en los países subdesarrollados. Lula y Kichner, como nuevos actores de la realidad regional, tienen una clara percepción: las reformas "pro-mercado" de la década del 90´ beneficiaron a unos pocos, profundizaron la desigualdad y generaron excluidos que, ante la apertura de la economía, cayeron en la pobreza. La experiencia argentina sería, en este sentido, profundamente aleccionadora y mucho más contundente que la brasileña. En esta lógica, la consecuente reacción sobre las políticas económicas y estratégicas que el MERCOSUR debe implementar parecen ser obvias: fortalecer el Estado y rescatar la "política", profundizar la integración regional y sólo encarar negociaciones extra-bloque a través de un MERCOSUR consolidado tanto en sus aspectos políticos como institucionales. Esto se expresa en la ya famosa expresión "4+1", que significa que los países miembros sólo entablarán negociaciones con Estados Unidos a partir del ámbito del MERCOSUR y no individualmente, como en su momento aspiraron Argentina y Uruguay(1).

La Cumbre de Asunción no cumplió con las expectativas que había generado. Una semana antes de la misma, el presidente Kirchner visitó Brasil y acordó con Lula utilizar la plataforma de Asunción para relanzar la idea política del bloque, haciendo hincapié en la necesidad de buscar caminos para institucionalizar las implicancias políticas y económicas expresadas en el descontento que la mayoría de la opinión pública tiene respecto a las reformas de mercado. Sin embargo, diversos factores conspiraron para que los discursos tuvieran su correlato en la realidad de las políticas concretas: por un lado, el ministro de Economía argentino Roberto Lavagna amenazó con aplicar salvaguardas si la incipiente recesión brasilera tiene como una de sus consecuencias la "invasión" del mercado argentino que, ante la también incipiente reactivación, "amenaza" con incrementar las importaciones que tendrán en los productos brasileros un lógico destino. A su vez, la presencia de Ricardo Lagos recordaba a los presentes que a quién mejor le ha ido en la región en los últimos tiempos, Chile, acababa de firmar la semana anterior un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos Por su parte, la pintoresca presencia del líder de la "Revolución Bolivariana", presidente Hugo Chávez, generaba el lógico interrogante sobre la viabilidad y racionalidad de aquellas políticas que tienen como primera referencia la oposición dogmática a los Estados Unidos, en tanto este país sería el principal responsable de los continuos fracasos de la región. En palabras de un diplomático argentino, "mientras Hugo Chávez dio un discurso que parecía de los '70, Jorge Batlle, presidente uruguayo, dio un discurso de los '90, mientras que Kirchner y Lula dieron un discurso de acuerdo a la problemática social del 2000".

La reflexión frente a esta postura parece obvia: ¿De qué década sería el discurso de Ricardo Lagos, presidente socialista de un país que tiene un arancel externo unificado de 6%, un sistema de jubilaciones totalmente privatizado y que, reiteramos, acaba de firmar un amplio acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos? Ciertamente, el discurso de Lagos aparece, comparado con el de sus limitados colegas, como el de un dirigente del 2010. El punto no intenta ser solamente irónico. En cambio, intenta marcar una camino para América Latina que ha sido hasta ahora el único medianamente exitoso y que esta Cumbre de Asunción parece descartar. Más aún, la política exterior argentina y brasilera, que esta Cumbre ha intentado armonizar, ha descuidado abiertamente el estudio y análisis de la experiencia política y económica que ha vivido Chile desde la restauración democrática, en 1990.

Mas allá de Asunción
¿Cuáles fueron los avances concretos que sucedieron en Asunción? Podemos marcar al ya mencionado "4+1"; el acuerdo para crear un Instituto Monetario, con el objetivo de empezar a sentar las bases para la convergencia de las variables macroeconómicas que desembocaran primero en una moneda común y luego en una moneda única; la consolidación del Arancel Externo Común (AEC) a partir de enero del 2004, una vez que Argentina suba el arancel a las importaciones de capital de origen extra-zona del 0 al 14% (2) ; estipular una meta tentativa de 5% de inflación anual; profundizar el acercamiento a la Comunidad Andina de Naciones (CAN); acordar los mecanismos de discusión para la creación en el mediano plazo de un parlamento regional; acordar la necesidad de emprender obras de infraestructura conjuntas; reconocer a Uruguay y Paraguay como países de menor desarrollo relativo. Este último punto es al menos paradójico. Es que dicho "reconocimiento" es visto como un logro por los cuatro miembros. Es difícil entender bien cual es el logro en cuestión.

Pero hay un hecho político que ha quedado expresado en la Cumbre y que va más allá de Asunción: consiste en el histórico reconocimiento explícito que ha hecho el gobierno argentino de la condición de Brasil como líder regional. La importancia de este reconocimiento va más allá de lo innegable del dato como evidente realidad, ya que lo que lo hace políticamente trascendente es la sincera convicción que expresa la mayoría de la dirigencia argentina sobre la conveniencia de este nuevo liderazgo, en detrimento del supuesto anterior liderazgo que reconocía la Argentina, que se manifestaba en la tristemente célebre frase pergeñada por el ex ministro de Relaciones Exteriores argentino Guido Di Tella, las "relaciones carnales". Esta decisión estratégica que sostiene la administración Kirchner, no sólo sobre la necesidad sino también sobre la conveniencia de ir detrás de Brasil, probablemente explique simple y concretamente parte de la decadencia argentina desde mediados del siglo XX. Argentina, cuyo PBI era el 50% de lo producido por América Latina hacia la segunda década del siglo pasado, es en el 2003 el 25% del PBI brasilero. Semejante decadencia, vemos ahora, no sólo se expresa en la inexorable necesidad de aceptar el liderazgo regional que impondrá Brasil, sino, repetimos, en la convicción de la dirigencia política argentina sobre la conveniencia de acordar primero proyectos comerciales comunes con nuestros vecinos y, en segundo lugar, hacerlo con el resto del mundo. Esta generalizada percepción sobre lo positivo del destino regional que espera a la Argentina es sostenida también por una mayoría de la opinión pública, si bien el provincialismo de esta última no llega a los elevados niveles existentes entre los dirigentes. El provincialismo de los dirigentes manifiesta la creencia, típicamente pueblerina, sobre lo positivo de aliarnos con personas o países supuestamente similares al propio y encarar desde la fortaleza de esa unión las hipotéticas discusiones con los "extranjeros", que son aquellos desconocidos que, en tanto tales, podrían ser peligrosos y dañinos, por lo diferente.

La Cumbre de Asunción es un punto de inflexión no sólo para el MERCOSUR sino para la lógica sobre la que descansaba la política exterior en el Cono Sur desde finales del siglo XIX. Si bien la decadencia argentina hay que datarla desde mediados del siglo XX, tal vez desde 1930, la decadencia particularmente nociva de su clase dirigente parece ir por delante de la "decadencia general". Probablemente, esta alegre definitiva entrada al Tercer Mundo que ha terminado de acontecer con la eclosión política, social, económica y moral de finales del 2001, que también se expresa en la política exterior argentina en el MERCOSUR, sea un buen indicador para entender que en la dramática decadencia del otrora más rico país de América Latina la clase dirigente (mas específicamente la clase política) se ha encontrado siempre por delante de las ambigüedades de la sociedad civil. La política exterior argentina parece ser una buena muestra sobre como la decadencia de las ideas tiene, tarde o temprano, consecuencias sobre la realidad.

Semejante punto de inflexión tendrá consecuencias regionales. Por un lado, Brasil aspirará legítimamente a ocupar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, una vez que los cinco miembros con derecho a veto acuerden el mecanismo para reformar la Carta e introducir modificaciones que permitan incorporar a las potencias regionales como interlocutores válidos y, justamente, permanentes en el recinto. Mas aún, la institucionalización regional de la decadencia argentina ha quedado claramente manifiesta en el trato que el presidente de los Estados Unidos George Bush, dio a Lula en ocasión de la visita de Estado que éste último realizara a Washington apenas una semana después de la Cumbre de Asunción. La escena no podría ser en sí misma más representativa: un halcón del Partido Republicano y un obrero metalúrgico del Partido de los Trabajadores brasileño coinciden en jugar la fundamental carta del pragmatismo en las relaciones entre dos naciones lo suficientemente importantes (aceptando obviamente las innegables asimetrías de poder) como para hacer primero un fuerte hincapié en los acuerdos e intereses estratégicos en común y sólo después marcar las diferencias. Parece claro que en las relaciones internacionales, al igual que en la política doméstica, cuanto más cerca se está de tener responsabilidades importantes más tienden los actores a moderar sus acciones y gestos. Por el contrario, cuando un país alguna vez trascendente tiende hacia la periferia, determinadas actitudes excéntricas pueden incluso generar simpatías y aprobación por parte de una opinión pública que percibe que se habría hundido cierto costo de la decadencia.

El relanzamiento del MERCOSUR que tuvo lugar en la Cumbre de Asunción podría terminar siendo exitoso en el mediano plazo por las peores razones: por la institucionalización de una asimetría tal entre los dos principales actores como para hacer perfectamente viable una relación donde hay poco sustancioso para discutir, ya que la diferencia en atributos de poder ha hecho superfluo el debate sobre la dirección que se impondrá al proyecto. El debate es superfluo, precisamente porque ha quedado claro quién decide esa dirección y, más importante aún, ha quedado claro quién no tiene los atributos de poder suficientes como para influir en ella.


(1)El "4+1" también será el mecanismo utilizado para negociar acuerdos con otros bloques comerciales, como el NAFTA o la Unión Europea.
(2)Argentina había decidido, en abril de 2001, cuando era ministro de Economía Domingo Cavallo, subir el arancel intra-zona para bienes de consumo y bajar a cero el arancel extra-zona para bienes de capital en el intento, finalmente infructuoso, de moderar la distorsión de precios relativos que había generado la sistemática indisciplina fiscal bajo un régimen de convertibilidad.

Pedro Isern es Master en Filosofía Política (London School of Economics), Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) y Licenciado en Ciencias Políticas (UdeSA).