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09.11.07

Cumbre Iberoamericana en Santiago: Los peligros de la retórica

No le corresponde a la economía de mercado el rol de sacar a los ciudadanos de la pobreza. Eso le corresponde al Estado y a sus políticas públicas. En lugar de acusar al mercado de falta de conciencia para justificar el pobre progreso social de América Latina, los gobernantes deberían mirarse al espejo. Son ellos los que han fracasado al no haber podido encauzar mejor el crecimiento económico que ha traído la economía de mercado.
Por Raúl Ferro

El discurso de la presidenta Michelle Bachelet, así como el del Secretario General Iberoamericano, Enrique Iglesias, estuvieron dominados por las buenas intenciones. Alineados con el enfoque de la reunión en el tema de la cohesión social, ambos discursos subrayaron la incapacidad del mercado para construir sociedades incluyentes. Bachelet señaló que "el mercado no tiene conciencia y tampoco misericordia."

En algunos trascendidos de prensa en los días anteriores a la inauguración de la Cumbre se especulaba con que en su discurso inaugural Bachelet iba a defender a la economía de mercado como camino al desarrollo. Pero no ha sido así. Su discurso se centró en la necesidad de "encontrar la manera de insertarlo a la sociedad para que sea la expresión del pacto social y un instrumento de justicia y equidad".

Bonitas palabras. Pero muchas veces las buenas intenciones y las posturas para la galería pueden ser peligrosas. Este tipo de retórica apunta a que el mercado no ha generado espacios de inclusión y, entre líneas, tiende a insinuar que entonces la economía de mercado no sirve y hay que volver a esquemas más intervencionistas. Bajo este razonamiento se deja de lado el hecho que la economía de mercado es la que da las bases más sólidas para un crecimiento sostenido en el largo plazo, crecimiento que es imprescindible para sacar a la población de la pobreza.

En realidad, no le corresponde a la economía de mercado el rol de sacar a los ciudadanos de la pobreza. Eso le corresponde al Estado y a sus políticas públicas. En lugar de acusar al mercado de falta de conciencia para justificar el pobre progreso social de América Latina, los gobernantes deberían mirarse al espejo. Son ellos los que han fracasado al no haber podido encauzar mejor el crecimiento económico que ha traído la economía de mercado.

América Latina --y el mundo, en realidad-- no necesita estados intervencionistas ni estados grandes. Sí necesita estados fuertes, en el sentido de estados con capacidad para hacer cumplir la ley y con credibilidad para orientar a la sociedad. Estados facilitadores antes que estados controladores. Son los privilegios de los grandes conglomerados, la vista gorda hacia los monopolios, la corrupción, la indefensión de los otros stakeholders del mercado (especialmente los consumidores) y la debilidad de las instituciones y del estado de derecho lo que provoca la pésima distribución del crecimiento económico generado por la economía de mercado.

Los gobiernos latinoamericanos deberían ver de cerca la experiencia europea, especialmente la española, donde un partido de centroizquierda como el PSOE logró la modernización del país y lo llevó al desarrollo usando inteligentemente la economía de mercado.

Raúl Ferro es Director de Desarrollo de Contenidos de Business Americas.