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25.02.13

Pan y circo, fútbol y twitter

(Infolatam) La mayor o menor discrecionalidad en el gasto y los límites impuestos se relacionan con leyes, instituciones y costumbres, pero también con el funcionamiento del sistema político y la capacidad fiscalizadora del parlamento y la oposición del país. Una tendencia observable en los populismos es el peso del caudillismo en la gestión del estado y la creciente confusión, simbiosis en el peor caso, entre estado, gobierno y partido, que suele derivar en un poder presidencial omnímodo.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) El uso del dinero público por los gobernantes ha ocupado tradicionalmente la atención de economistas, politólogos y cuantos se han dedicado a temas tan complejos como la gobernabilidad, la rendición de cuentas o la corrupción. La mayor o menor discrecionalidad en el gasto y los límites impuestos se relacionan con leyes, instituciones y costumbres, pero también con el funcionamiento del sistema político y la capacidad fiscalizadora del parlamento y la oposición del país.

Una tendencia observable en los populismos es el peso del caudillismo en la gestión del estado y la creciente confusión, simbiosis en el peor caso, entre estado, gobierno y partido, que suele derivar en un poder presidencial omnímodo. En tanto el líder es único e irrepetible puede ser reelegido cuantas veces estime oportuno, y en la medida que expresa el verdadero sentir popular ninguna ley ni institución puede entrometerse en su comunicación directa y sagrada con la masa.

Dos recientes ejemplos vienen a cuento para ilustrar una de sus características más claras y a la vez más nocivas. En Venezuela, coincidiendo con el regreso de Hugo Chávez al país, la cuenta @chavezcandanga alcanzó los cuatro millones de seguidores. Como si se tratara de la usuaria de una línea aérea o cliente de una cadena comercial, la afortunada estudiante venezolana fue premiada con una casa.

El vicepresidente Nicolás Maduro, en ejercicio de la presidencia, fue el encargado de materializar el premio, simbolizado en un ramo de rosas: “Tú has llegado, tienes esa necesidad, seguramente está tu familia, tu mamá, en el circuito ya inscrita en la Gran Misión Vivienda y ahora lo que pasó fue que se aceleró gracias a que Dios te iluminó y hoy te dio una bendición especial… Vas a tener tu vivienda para que sigas estudiando formándote… y a tu mamá también le salió su premio, venir a trabajar” en un programa gubernamental como costurera.

Éste no fue un acto extraordinario. En mayo de 2012, cuando se alcanzaron los tres millones, la afortunada seguidora de entonces también recibió una casa. El twitter se ha convertido en un arma propagandística formidable del chavismo, al punto que hay más de 200 funcionarios trabajando en la cuenta @chavezcandanga. Maduro reconoció su importancia al señalar: “Cuatro millones para la historia, precisamente el día que nuestro comandante Chávez regresa. El 18 de febrero, bueno, se disparó el Twitter, se disparó, como nadie”. Sin embargo, no se trata de una herramienta original del chavismo. Barack Obama tiene en su cuenta más de 27 millones de seguidores y probablemente gaste en ella dinero público.

Ahora bien, el argumento de la utilidad política y propagandística no debería justificar que el poder disponga discrecionalmente de fondos públicos sin controles de ningún tipo. Una cosa es mantener funcionando la cuenta y otra estimularla de forma espúrea. ¿Por qué la seguidora cuatro millones puede recibir una casa y una persona tanto o más necesitada que la anterior, pero neutral frente al fervor bolivariano, tiene vetada esa salida?

En Argentina, en parte relacionada con la política de comunicación, guerra contra Clarín, y en parte como una medida demagógica, se instauró la transmisión en abierto del fútbol profesional, toda la primera división y parte de la segunda. De esta forma los argentinos pueden acceder a una de sus mayores reivindicaciones históricas: no tener que pagar para poder ver jugar en televisión al club de sus amores. Semejante práctica, que incluye el pago de los derechos a los clubes, la emisión de los partidos y una abundante publicidad oficial, cuesta al gobierno argentino centenares de millones de dólares anuales.

Kircher regalando televisores
Kirchner y Randazzo llegaron en helicóptero al Estadio de Racing de Avellaneda. Kirchner dijo: "Con el fútbol sufro
más que con la política", mientras regalaban televisores de Alta Definición a jugadores e hinchas. Foto La Nación

En una reciente polémica con Mauricio Macri, alcalde de la ciudad de Buenos Aires, la presidente Cristina Fernández señaló orgullosa: “Tuvimos que llegar nosotros para que todos pudieran ver el fútbol”. Su orgullo se asentaba en que gracias a “Fútbol para todos” se “cambió la vida y el comportamiento en las barriadas” y que “los chicos pueden juntarse a ver los partidos en sus casas con la familia y los amigos”. Siendo esto cierto, y admitiendo sus beneficios sociales, también lo es que la imagen de la presidente es muy superior, casi 20 puntos, entre aquellos que ven partidos televisados los fines de semana y los que no.

Desde sus orígenes en agosto de 2009 el programa no ha sido ajeno a la polémica. Cuando la presidente Fernández lo lanzó intentó atajar algunas de las críticas más duras con el siguiente argumento: “No es posible que sólo el que paga pueda mirar un partido, que le secuestren los goles… como antes secuestraron y desaparecieron 30.000 argentinos”. Estas polémicas palabras, que ponían en pie de igualdad las desapariciones durante la dictadura militar con la posibilidad de ver o no un partido en televisión, sólo escandalizaron de forma pasajera a algunas conciencias. Finalmente ocurrió que la jugada presidencial terminó silenciando a la oposición, al menos futbolísticamente.

Prácticamente no hay ningún líder político opositor de primera fila que se atreva a cuestionar el disparate que supone la emisión gratuita del fútbol. La mayoría promete la continuidad del programa. Los menos, apuntan tímidamente a que éste podría revisarse pero no cambiarse en el hipotético caso de una alternancia en el gobierno. El reciente caso de Macri fue lamentable. Tras cuestionar la conducta oficial y rechazar la gratuidad se vio forzado a dar marcha atrás rápidamente debido a presiones dentro de sus propias filas.

En la Argentina de hoy, tan necesitada de tantas cosas, y que a comienzos de curso afronta una huelga de maestros en demanda de mayores salarios, el fútbol para todos se ha convertido en una libertad fundamental, en un intocable derecho humano. Nuevamente el uso discrecional del dinero público ha servido para desvirtuar lo que es socialmente justo de lo que no. ¿Cuál es el sentido del acceso universal al fútbol mientras el transporte, la sanidad y la educación, entre otros, tienen déficits remarcables?

Fuente: Infolatam