Reseñas

17.11.14

Latin American Populism in the Twenty-First Century, Cynthia J. Arnson y Carlos De La Torre

(Bastión Digital) El libro reúne, además de la interesante introducción de los editores, once artículos que analizan desde el fenómeno populista en términos conceptuales hasta los casos nacionales, estableciendo sus características y particularidades.

(Bastión Digital) Recuerdo que a mediados del 2010, en una mesa del Hotel Claridge en Buenos Aires, el sociólogo uruguayo-brasilero Bernardo Sorj me dio la definición más breve y exacta del populismo que yo había escuchado hasta ese momento. Para Sorj, el populismo implica, sencillamente, que una persona o un grupo de personas se perciben a sí mismas por encima de las instituciones democráticas.

Esta definición me acompaño durante una etapa de mis reflexiones sobre el populismo y aún me parece interesante. Pero de un tiempo a esta parte -en 2010 recién comenzaba a pensarse estos procesos políticos desde la conceptualización populista-, el populismo como objeto de estudio ha ganado espacio en medios académicos.  Entre aquellos que están a favor y los que están en contra, lo han colocado en un sitio privilegiado para interpretar la política del sur de América en los últimos años.

Las bibliotecas de esta parte del mundo están repletas de volúmenes que intentan explicar el fenómeno político del populismo. En algunos casos, incluso, el abuso del término impide diferenciarlo frente a cualquier otra experiencia con el resultado de opacar uno de sus rasgos intelectualmente más estimulante, como es el planteo de la tensión entre populismo y democracia.

Si bien es cierto que para llevar adelante esta discusión uno debería admitir la adjetivación del concepto de democracia (después de todo, los populistas también dicen que lo que ellos hacen es democracia), las tensiones aparecen constantemente y se profundizan sobre todo si se incorpora a la discusión el temperamento liberal.

Si se admite la adjetivación liberal a la idea democrática o si, simplemente, se la prefiere frente a cualquier otra, los problemas del populismo comienzan a mostrarse como un obstáculo importante.

En esta línea, un libro se destaca frente al resto por su ambición y por su alcance. En el año 2013, Carlos de la Torre y Cynthia J. Arnson editaron bajo iniciativa del Woodrow Wilson Center y de la Universidad Johns Hopkins una compilación de artículos bajo el título Latin American Populism in theTwenty-First Century.

El libro reúne, además de la interesante introducción de los editores, once artículos que analizan desde el fenómeno populista en términos conceptuales hasta los casos nacionales, estableciendo sus características y particularidades.

El libro recoge una de las discusiones más ricas planteadas en nuestra región en los últimos años y la coloca en el terreno de la teoría y de la historia. La pregunta que une los textos gira alrededor de la posibilidad de entender los motivos y las causas del resurgimiento del populismo, ponerlo en el contexto histórico social y explorar las líneas de continuidad con los populismos de otros momentos históricos.

Siguiendo ese itinerario, la publicación del WWC establece una cronología conceptual del populismo y de los debates que se han generado en torno a él. La consecuencia más importante de esta discusión reside en la identificación de Hugo Chávez como el principal impulsor de la reescritura actual del populismo. El ex presidente venezolano aparece con claridad como el principal actor del resurgimiento populista y como un gran difusor regional de la tensión democracia-populismo.

Chávez, líder carismático con una fuerte impronta autoritaria, basa su poder en dos cuestiones fundamentales. Por un lado, hace una reivindicación discursiva y práctica de la participación popular o de base que se termina constituyendo en su gran esquema de legitimación. Esta legitimidad le otorga, a su vez, la posibilidad de contar con el poder suficiente como para avanzar sobre las instituciones y plantear la creación de nuevas formas institucionales de sesgo populista. La mayor de estas creaciones, que ha alcanzado una fuerte influencia en una parte de la región es lo que los autores denominan el nuevo constitucionalismo. En resumidas cuentas, esta nueva idea de constitución pretende sustituir los valores liberales de las viejas constituciones por hipotéticas narrativas populares, participacionistas y emancipadoras.

La impronta chavista se extendió, sobre todo, en lo que los autores denominan el populismo andino. Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia han continuado la tarea iniciada por Chávez, adaptándose a las características de sus países y modificando tanto las estrategias de incorporación y participación social como las de relacionamiento con las organizaciones sociales con el Estado. En el caso boliviano, se agrega un elemento de complejización importante sobre la base del reconocimiento de las diferencias étnicas y del componente originario.

El mapa político regional, corrido hacia la izquierda desde fines de los 90 y principio de los 2000, se completa con esquemas más reconocibles en la socialdemocracia en Chile, Brasil y Uruguay y con el particularismo del caso argentino.

El libro propone, además, una distinción interesante entre populismos irracionales y populismos más previsibles. En el primero de los grupos, los más radicalizados, la irracionalidad plantea problemas importantes. Los analistas ponen el énfasis sobre el enorme gasto público que generan estos regímenes, sobre los peligros del liderazgo demagógico para la vida democrática y sobre la sobreactuación de un temperamento anti americano marcado discursivamente por la tensión frente al Imperio.

Los autores que destacan aspectos más racionales en los populismos reconocen un grado de avance importante en la democratización de las sociedades, una mejora y una extensión en la participación popular y una fuerte incorporación a la vida política de sectores hasta ahora excluidos de las decisiones.

La diversidad de los casos nacionales y de autores que presenta el libro favorece una interpretación del populismo alejada del maniqueísmo y estructuras rígidas. Con todo, algunos problemas aparecen como inherentes de la experiencia populista y genera interrogantes similares aún en la distinción de los casos nacionales.

De la lectura surge claramente un acuerdo académico sobre las características problemáticas del populismo, que pueden resumirse bajo algunos tópicos comunes. Estas formaciones políticas comparten en primer lugar, el componente carismático en sus liderazgos. Con los matices de cada caso, este carisma es utilizado para “conectar” con la masa y movilizarla. La forma elegida de esa movilización recurre discursivamente a un antagonismo marcado entre el pueblo y la oligarquía. El líder, siempre, es el pueblo encarnado y los otros, los que no son parte del proceso, no son opositores o adversarios políticos sino que se constituyen en enemigos del pueblo y de la patria. La relación de estos líderes carismáticos con la masa es una relación directa, corporal y emotiva. Este tipo de relación rechaza la dimensión liberal de la representación suplantándola por la idea de encarnación del líder de la voluntad popular. Los populismos regionales parecen desentenderse de la temporalidad. Sus postulados y sus prácticas, generalmente auto-narradas como revolucionarias, estás destinadas a durar en el tiempo y no reconocen plazos ni normativas institucionales.

En el plano de la práctica, los populismos latinoamericanos de este tiempo muestran un sendero de continuidad con experiencias similares pero anteriores en la historia. Los populismos actuales, como los anteriores, se caracterizan por llevar adelante un potente proceso de nacionalizaciones y de intervención estatal acompañado de la aplicación de planes sociales para los sectores populares. Proponen, además, un realineamiento de la política internacional de sus países con una solo objetivo; marcar su condición antiamericana y antiimperialista.

Otro punto de contacto, tal vez el más importante, es la idea de política que anida en los regímenes populistas. Bajo su dominio, la política se convierte en un hecho cuasi religioso y se extiende a todos los aspectos de la sociedad sin dejar lugar para la vida privada. Todo es político y todo se moraliza, generando una lucha pretendidamente ética entre el bien y el mal. Entre el relato o el régimen y todo lo demás.

La riqueza de Latin American Populism in the Twenty-First Century es tan amplia que dejo al lector que la descubra para su placer y provecho intelectual. Me interesa destacar, de todos modos, algunas cuestiones finales.

Una de las discusiones más ricas que plantea el libro es la que rescata la idea de temporalidad e historicidad de los populismos realmente existentes. En el texto que trata sobre la experiencia argentina, el profesor Héctor Schamis destaca que el populismo hace referencia a un período específico de la historia política nacional. Otros análisis de casos, por el contrario, ven en el populismo una formación política y discursiva que se extiende en el tiempo y en las historias nacionales.

Otro punto interesante es la manera de relacionamiento teórico frente a los populismos. En el libro queda claro que hay dos formas para llevar adelante esta relación. Desde el punto de vista liberal, democracia y populismo se constituyen en dos ejercicios antagónicos e irreconciliables. La incompatibilidad de la experiencia democrática frente al populismo se explica desde un punto de vista teórico, pero tiene consecuencias en la práctica e impacta directamente en la vida institucional.

La otra forma de relacionamiento, si se quiere un poco más equilibrada en términos canónicamente académicos, sostiene que una visión demasiado liberal puede obstaculizar el acercamiento a los problemas planteados por el populismo. La propuesta, en este caso, se acerca más a un intento de comprensión de la relación ambigua que existe entre democracia y populismo y justipreciar esa relación para mejorar la mirada analítica.

Latin American Populism in the Twenty-First Century es un libro importante. Es importante porque es un libro que hace pensar. La información que el lector encontrará en sus páginas ayudan a tener una idea más acabada y criteriosa del fenómeno populista y poder formarse su propia impresión.

Para mí, que me he pasado buena parte de este tiempo escribiendo sobre la tensión que justifica este libro, su lectura resultó de una utilidad infrecuente. Su alejamiento de concepciones ideologizadas y su objetividad ayudó, paradójicamente, a reforzar algunas de mis convicciones. Desde la tradición liberal e instalado en la tradición del ensayo de interpretación, el libro del WWC me da permiso para reinstalarme en la crítica del populismo y en el compromiso por su superación. Entender las lógicas internas del debate académico sirve para afianzar la rigurosidad y acentuar la propia perspectiva sin desconocer los matices y sin dejar de reconocer que la primera acción frente al discurso populista es la de la consagración de la pluralidad y el reconocimiento de la diferencia. SI esto sucede y se extiende socialmente, la vida política del populismo no se medirá en términos de eternidad.

Fuente: Bastión Digital (Buenos Aires, Argentina)