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27.07.15

Scioli puede ganarle a Macri, pero no al dólar

(TN) A Macri tampoco le sería fácil lidiar con este dilema. También él tendría que consumir buena parte de su luna de miel en salir del atolladero. De lo cual cabe concluir que gane quien gane lo que es seguro es que nos espera una transición larga: una que empezará recién el próximo diciembre, y cualquiera sea el que la encabece, con suerte terminará en 2017, cuando se pueda finalmente decir, en el mejor de los casos, que vamos camino a tener una economía normalizada y un nuevo gobierno en funciones.
Por Marcos Novaro

(TN) El dólar volvió al foco de la atención pública en el peor momento de la campaña electoral. Justo cuando, en el colmo de la hipocresía, el kirchnerismo promovía un día nacional de la moneda, mientras terminaba de destruirla con una emisión desbocada para promover el consumo; emisión que igual se va en gran medida a precios y al billete verde, y se refleja en cada vez más altas tasas de interés que apenas si logran refrenar la dolarización.

En lo único que el autodenominado “equipo económico” parecía haber invertido bien sus esfuerzos en los últimos tiempos era en evitar una nueva devaluación. Aunque la economía productiva se fuera al tacho. Y el retraso cambiario, el endeudamiento del sector público a altas tasas y cortísimos plazos, más el déficit fiscal acumulados por el “modelo productivo con matriz diversificada” recordaran cada vez más a los últimos tiempos de la convertibilidad, o los meses finales de la tablita de Martínez de Hoz.

Pero parece que no va a ser suficiente. Igual que Carlos Menem con Fernando De la Rúa, y más atrás Videla con Viola, Cristina Kirchner planea dejarle a Scioli (o a Macri) la difícil tarea de lidiar con un enorme retraso cambiario, y la segura dosis de impopularidad de cualquier salida que el nuevo presidente sea capaz de encontrarle.

Aunque puede que no sea suficiente para que la señora se desentienda del todo del muerto: de aquí a octubre todo hace pensar que la economía no va a repuntar y apenas podría mantenerse como está, mientras la presión cambiaria se seguirá agravando y con ella crecerá la previsión de una fuerte e inminente devaluación. Y peor todavía pueden resultar las cosas entre octubre y diciembre.

El oficialismo, con Scioli a la cabeza, seguramente seguirá por ahora cerrando filas y diciendo que todo es parte de una conspiración mediático-sinárquica-imperialista. Y tal vez tenga algún éxito con ello para seguir alimentando el voto conservador, la idea de que no hay que cambiar la política económica si no seguir aislándonos del mundo, cruel, injusto y que nos trata tan mal, y que tiene al dólar por ariete corrosivo contra nuestra soberana moneda.

Evitar el daño electoral inmediato

De ser así, el partido oficial lograría evitar el daño electoral inmediato, aunque igual no podrá evitar que el consenso peronista sobre una salida gradual y sin conflictos del ciclo k se resquebraje.

Como van las cosas, Scioli mismo se verá obligado a elegir, en caso de ganar, entre dos males que pensaba evitarse: presionar a Cristina utilizando él mismo la presión de los mercados para que reconozca algo de la responsabilidad que le cabe en los desequilibrios que deja como legado; o bien hacerse cargo él de pagar un costo mucho mayor al esperado en un más lento reconocimiento y ajuste de esa herencia durante sus primeros tiempos en la Presidencia.

Cualquiera de esas alternativas consumiría seguramente buena parte de su luna de miel con los votantes. Si chocara con Cristina anticipadamente lo más probable es que conseguiría muy poco de ella: como Videla con Viola, es difícil que la presidente saliente le vaya a hacer el favor al entrante de pagar parte de las cuentas acumuladas; recordemos si no que en enero de 1981 Videla y Martínez de Hoz aceptaron finalmente ceder, pero sólo un mísero 10% de devaluación; un porcentaje que ahora también sería por completo insuficiente.

Scioli aún tendría la alternativa de imitar a Viola, y devaluar él mismo apenas asuma, el 11 de diciembre y por sorpresa, digamos, para que el shock se cargue a su antecesora. Pero es difícil imaginarlo dando semejante golpe de timón, y más todavía esperar que salga indemne de semejante giro.

La otra opción sería que insista en el gradualismo, que busque primero arreglar con los holdouts, conseguir financiamiento para reforzar las reservas, y recién después poner manos a la obra y salir del entuerto monetario y fiscal. Pero ese camino demorará significativamente cualquier inversión privada: los empresarios se negarán a poner dólares a 9 pesos cuando el tipo de cambio real y que en algún momento debería reconocerse, esté rondando los 20. Así que la economía productiva seguiría languideciendo. Probablemente sería tarde ya para reanimarla en 2017 y para tratar de encabezar entonces la rebeldía antikirchnerista.

Claro que a Macri tampoco le sería fácil lidiar con este dilema. También él tendría que consumir buena parte de su luna de miel en salir del atolladero. De lo cual cabe concluir que gane quien gane lo que es seguro es que nos espera una transición larga: una que empezará recién el próximo diciembre, y cualquiera sea el que la encabece, con suerte terminará en 2017, cuando se pueda finalmente decir, en el mejor de los casos, que vamos camino a tener una economía normalizada y un nuevo gobierno en funciones.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)