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14.10.15

¿Y la reforma educativa?

(El Observador) Es tiempo de modificaciones estructurales. El FA lo sabe. En su programa de gobierno propone numerosas innovaciones: crear un marco curricular común, incorporar cambios de fondo en la carrera docente, generar condiciones para construir comunidades educativas en cada escuela y liceo, etcétera. La educativa es una de las arenas de política más complicadas por el número de actores (desde los sindicatos a las ATD) y por la existencia de autonomías consagradas en normas y tradiciones. Pero el FA no puede poner excusas.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Confieso que, durante algún tiempo, pensé que Tabaré Vázquez, de ser electo presidente, no iba a tomarse el trabajo de hacer una reforma educativa profunda. La campaña electoral me hizo cambiar de idea porque el tema educativo cobró una centralidad muy especial en el discurso de todos los candidatos. El “cambio en el ADN de la educación” pasó a ser uno de los caballitos de batalla del candidato frenteamplista. La designación del binomio María Julia Muñoz - Fernando Filgueira al frente del Ministerio de Educación y Cultura, en la medida en que articuló un blend político-técnico potente, reafirmó la esperanza de inminentes reformas sustantivas.

Durante los primeros meses del año no hubo forma de saber qué planes de reforma de la política educativa tenía el gobierno. El debate público giró en torno a otros asuntos desde el TISA al déficit de ANCAP, pasando por el ANTEL Arena. La única dimensión del tema educativo que fue apareciendo, a medida que se acercó el momento del ingreso de la ley de Presupuesto al Parlamento, fue la presupuestal (y salarial). Los contenidos concretos de la reforma educativa prometida durante la campaña siguieron siendo un misterio.

Conociendo la habilidad política de algunos de los actores empecé a pensar que el gobierno había elegido la estrategia utilizada por Julio María Sanguinetti y Germán Rama en 1995, es decir, la de incluir la reforma educativa en la Ley de Presupuesto. Esa estrategia fue tan antipática como efectiva. La resistencia de los gremios fue intensa pero se acotó a los noventa días de trámite parlamentario del presupuesto. Teniendo en cuenta estos antecedentes, podía esperarse que el presidente y el equipo del MEC intentaran recorrer el mismo camino.

Todo indica que no fue así. Nadie ha logrado descubrir, que yo sepa, dónde, en qué artículos específicos de la ley de Presupuesto, se estaría concretando el “cambio en el ADN” tan anunciado. Hay, sí, en varios artículos, referencias genéricas, declaraciones de buenas intenciones, anuncios de objetivos generales. Pero nadie ha sido capaz de señalar dónde están los cambios sustanciales. La prueba del nueve de la falta de filo reformista del Presupuesto en esta materia específica es la ausencia de alarma en los sindicatos de la enseñanza. Se movilizan, como siempre, por presupuesto y salario. Pero no se los escucha clamar en contra de ninguna reforma.

Ojalá estuviera equivocado. Pero todo indica que habrá que seguir esperando. La pregunta es hasta cuándo. El tema educativo es demasiado importante en demasiados sentidos. La educación es clave para la integración social, para la construcción de ciudadanía y para avanzar, de una buena vez, hacia una economía basada en el conocimiento. Todo esto, tan elemental, está dicho con toda claridad en el programa frenteamplista. Pero introducir cambios en la educación es fundamental para el FA en un sentido mucho más concreto y pedestre. Si Vázquez no concreta ninguna reforma digna de ese nombre, dentro de cuatro años la oposición tendrá un excelente argumento para invitar al electorado al “voto castigo”. Dicho de otro modo: el gobierno no tiene margen para fracasar en esta tarea.

Introducir cambios en las políticas públicas está lejos de ser sencillo. La dificultad de los cambios aumenta, como es lógico, cuando aumenta la ambición innovadora, es decir, cuando las modificaciones son de carácter estructural o implican un cambio de paradigma. El contexto institucional también importa. Obviamente, es más difícil concretar transformaciones en entornos políticos pluralistas que en aquellos en los que el poder está más concentrado (ya sea por el número de actores de veto o por el formato institucional). La educación, como el propio FA reconoce, precisa mucho más que cambios incrementales. Es tiempo de modificaciones estructurales. El FA lo sabe. En su programa de gobierno propone numerosas innovaciones: crear un marco curricular común, incorporar cambios de fondo en la carrera docente, generar condiciones para construir comunidades educativas en cada escuela y liceo, etcétera. La educativa es una de las arenas de política más complicadas por el número de actores (desde los sindicatos a las ATD) y por la existencia de autonomías consagradas en normas y tradiciones. Pero el FA no puede poner excusas.

¿En qué está pensando el gobierno? ¿Cuál es su estrategia para reformar la educación? Ahora las autoridades del MEC anuncian que se convocará a un nuevo Congreso de la Educación. ¿Cuál es la idea? ¿Es para construir acuerdos en torno a su propuesta de reforma educativa? ¿Es un eslabón bien pensado en una estrategia reformista global o una forma de salir del paso para calmar a la opinión pública (y a politólogos ansiosos)? No aprovecharon el contexto de la aprobación del presupuesto para concretar el “cambio en el ADN”? Me pregunto si, dado que están pensando en volver a discutir el tema presupuestal dentro de dos años, estarán postergando para esa instancia también la reforma educativa. Demasiadas preguntas. Muy pocas respuestas.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)