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16.03.17

Un golpe de efecto

(7 Miradas) A medida que pasa el tiempo la nueva administración –además de la reactivación económica- empieza a depender de un golpe de efecto que dé cuenta que el liderazgo está reaccionando acorde a las coordenadas de la matriz cultural.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Se venía comentando cada semana con más fuerza. Pero en estos últimos días se le reconoció en el propio gobierno: el cambio de humor en la sociedad y el deterioro de los principales indicadores de imagen del gobierno y sus principales referentes.

Veamos algunos números:

  • el 57 % cree que a la clase alta le fue mejor con este gobierno;
  • el 52 % considera que a la clase media le fue peor;
  • el 68 % piensa que a la clase baja le fue peor;
  • el 40 % opina que la economía está peor hoy comparado con un año atrás;
  • el 39 % estima que la economía va a estar peor dentro de un año, y solo el 27 % la ve mejor;
  • la aprobación de la gestión presidencial marca el 39 %;
  • la aprobación de la gestión de la gobernadora Vidal cayó 10 puntos;
  • el 27 % cree que la responsabilidad de la situación actual es de CFK: era el 42 % un par de meses antes.

Los comentarios sobre el tema ya excedieron al círculo rojo de la política, y son vox populi en todos los niveles informados y politizados. Las propias bases del PRO están preocupadas y sienten que hay algo que no anda bien en la conducción estratégica.

Más allá de esto, repasemos la dinámica de la opinión pública para que comprender cómo se llega hasta aquí.

Ya habíamos predicho en esta columna que la tolerancia de la sociedad iba a trascender el primer año de gestión y que se iba a extender hasta marzo de 2017. Todos los desaguisados políticos cometidos durante enero y febrero lograron que esa dinámica termine de explotar prematuramente, sobre todo a partir de las desprolijidades cometidas con los “conflictos de intereses”.

Eso muestra que con el telón de fondo de un clima socioeconómico adverso, lo que profundiza el desgaste son los hechos que rompen el contrato simbólico del gobierno con la mayoría social: en este caso se trata de los que afectan la credibilidad y la confianza en materia de ética y transparencia. Era obvio que eso podía suceder en algún momento, aún con las mejores intenciones. Por eso mismo es difícil de entender cómo el tablero de control no logró identificar los potenciales cortocircuitos.

La ecuación sería algo así como: mal humor por falta de reactivación + ruptura del contrato simbólico + falta de reacción adecuada del liderazgo = deterioro de la capacidad de gobernanza (hay bastante bibliografía escrita al respecto como para que el tema tome por sorpresa…).

Los economistas podían equivocarse en proyecciones de la velocidad de reactivación (tanto como los encuestadores). Problemas por una errónea previsión de las repercusiones políticas están siempre latentes. Sin embargo, todo eso puede atravesarse sin mayores costos con una adecuada reacción del liderazgo.

De estos 15 primeros meses de la gestión Macri se podrían extraer al menos 4 moralejas:

  • se acabó el tiempo para seguir hablando de la herencia recibida;
  • se acabó el tiempo del “estamos aprendiendo”;
  • la ruptura del contrato simbólico genera desgaste estructural, no solo coyuntural;
  • el cambio de clima de convivencia y el nuevo estilo de liderazgo ya no alcanzan para responder a las expectativas populares.

A medida que pasa el tiempo la nueva administración –además de la reactivación económica- empieza a depender de un golpe de efecto que dé cuenta que el liderazgo está reaccionando acorde a las coordenadas de la matriz cultural.

Como Alfonsín con el Plan Austral. Como Menem con la convertibilidad. Como los Kirchner con su agenda de satisfacción simbólica 2008 -2010.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)