Artículos

16.06.17

Amistad cívica en las primarias de derecha

(El Líbero) Los precandidatos de Chile Vamos debieran recordar que, aunque deben competir con entusiasmo y energía por ganar la nominación del sector, los tres están en el mismo barco. Es legítimo discrepar, pelearse y debatir intensamente. Pero no tiene sentido que en el proceso terminen hundiendo el barco.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La agresividad que ha existido entre los ataques y descalificaciones entre los candidatos a las primarias de Chile Vamos constituye un pasivo electoral gigantesco para el sector.  Porque los chilenos quieren líderes que sean capaces de unificar más que de dividir y porque la derecha deberá trabajar unida para sacar a la Nueva Mayoría de La Moneda, en las semanas que restan para el 2 de julio, los candidatos del sector debiesen acordarse que tienen más cosas en común que las que ahora los dividen.

Las primarias siempre presentan el riesgo de que la disputa al interior de un partido o una coalición devenga en una guerra civil que cause tantos daños que el sector llegue debilitado a la elección general.  Precisamente porque hay coincidencia de visiones y valores, los candidatos de un mismo sector se ven obligados a resaltar sus atributos personales para lograr convencer a los simpatizantes del sector que ellos están mejor preparados que sus rivales.

Aunque intenten destacar las fortalezas de sus propuestas o busquen diferenciarse en detalles de cómo implementarán hojas de ruta que en esencia buscan llegar al mismo destino, los candidatos que compiten por la nominación del mismo sector inevitablemente caen en el juego de decir que ellos están personalmente mejor preparados, tienen mejores atributos de liderazgo, más experiencia o superioridad ética y moral sobre sus contendores.

Las primarias de Chile Vamos en 2017 se han convertido en una seguidilla de acusaciones mutuas y descalificaciones que difícilmente pueden hacer que los votantes de derecha se sientan orgullosos de los líderes que buscan representar a su sector.   Si bien las primarias de 2013 también se convirtieron en una ocasión para desenterrar viejas rencillas entre la UDI y RN—y entre sus entonces históricos líderes Andrés Allamand y Pablo Longueira—las primarias de 2017 han llevado a la derecha a caer todavía más hondo en la guerra de descalificaciones y acusaciones.

Es cierto que, formalmente, no hay candidatos presidenciales de RN y la UDI en esta oportunidad.  Por lo que el daño que se puedan hacer los aspirantes a la nominación del sector no debiera sumar nuevas heridas a los ya históricos conflictos entre RN y la UDI. Además, las primarias solo enfrentan a candidatos presidenciales, por lo que los partidos no debieran ver demasiado complicado su desafío de armar listas de candidatos para las elecciones legislativas y de CORES.

Pero dado que la Nueva Mayoría no tiene elecciones primarias, el daño que se pueden hacer los candidatos presidenciales del sector se convierte en una gran oportunidad para que la Nueva Mayoría muestre mayores niveles de unidad. Afortunadamente para la derecha, la centro-izquierda chilena aparece igualmente dividida.  Es más, incluso si la Nueva Mayoría logra encontrar un camino para que el PDC y los partidos de izquierda cierren filas detrás de un mismo candidato y de una sola lista parlamentaria y de CORES, la candidatura presidencial del Frente Amplio hará que las acusaciones mutuas entre los candidatos que quieren representar a los votantes de izquierda se tornen igualmente viscerales en las semanas anteriores a la elección de noviembre.

Pero independientemente de lo que haga la Nueva Mayoría, Chile Vamos saldrá con heridas innecesarias de esta campaña.  Igual que en una pelea matrimonial, el primer paso para superar la crisis es reconocer que el problema es compartido.  Los tres candidatos debieran reconocer su responsabilidad por no controlar sus ataques verbales, por no controlar los ataques que lanzan sus aliados y colaboradores y por olvidarse que es mucho más lo que los une que lo que los separa.

Como en toda guerra civil, las culpas son compartidas y los caminos para encontrar la paz y los acuerdos suponen sacrificios colectivos.  La construcción de una solución a la guerra civil supone aceptar errores y hacer esfuerzos por ser más comprensivo.  Si bien las discrepancias de principios, valores, ideas y propuestas son legítimas, los candidatos de la derecha debieran partir por aceptar que sus rivales tienen legitimidad moral y capacidad de liderazgo para convertirse en candidatos del sector y presidentes de la república.

Si bien es comprensible que cada candidato se crea mejor que sus rivales en algunas dimensiones, les debiera quedar claro a los tres que cualquier sea el nominado del sector, el país irá por mejor rumbo con un Kast, Piñera u Ossandón como presidente que siendo gobernado por cuatro años más por alguna fuerza de izquierda.

Los candidatos de derecha debieran recordar que, aunque deben competir con entusiasmo y energía por ganar la nominación del sector, los tres están en el mismo barco.  Es legítimo discrepar, pelearse y debatir intensamente. Pero no tiene sentido que en el proceso terminen hundiendo el barco que debiera ofrecer al país una alternativa creíble, inclusiva, razonable y responsable de gobierno en las elecciones de noviembre.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)